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LAS MISIONES ESPAÑOLAS EN CALIFORNIA

La más grande, la más larga y la más maravillosa serie de proezas que registra la historia.

Entre los siglos XVI y XIX,  esto es durante más de 300 años, la corona española gobernaba en casi todo el continente americano. Y pese a lo prolongado de ese dominio, la presencia española en los actuales Estados Unidos y Canadá ha caído en un extraño, no por ello menos lamentable, olvido. Un olvido especialmente notable entre los propios españoles, que desconocen la inmensa huella de nuestros antepasados en aquellas tierras.

Y es que en su momento de máxima expansión, entre finales del s. XVIII y comienzos del s. XIX, los territorios españoles comprendían más de la mitad del actual Estados Unidos. Los actuales estados norteamericanos de California, Nevada, Colorado, Utah, Nuevo México, Arizona, Texas, Oregón, Washington, Florida, la Gran Luisiana, y buena parte de Idaho, Montana, Wyoming, Kansas, Oklahoma, Misisipi y Alaska fueron en algún momento posesiones españolas que formaron parte del Virreinato de Nueva España.

Pero esta es otra historia, la historia de la valentía, y la exploración de las Américas por los españoles, que fue la más grande, la más larga y la más maravillosa serie de proezas que registra la Historia y que contaremos en otro momento, centrándonos hoy en las Misiones Españolas de California.

La historia de los Estados Unidos es un relato asombroso de caminos y fronteras. Una de sus grandes páginas son las misiones españolas que se extendían de Florida a California. Los motivos y el significado de aquella empresa se entenderán mejor en el contexto de la presencia hispana en América del Norte desde los primeros años del siglo dieciséis. Los caminos misioneros y las iglesias ganarán significado si el caminante las sitúa en una cultura y una época que son parte de la herencia americana. La ilusión, la ambición, el espíritu de aventura, pasiones todas ellas muy humanas, están en los orígenes de la más temprana historia de los Estados Unidos. La búsqueda de la fuente de la eterna juventud llevó a Juan Ponce de León a las costas de Florida en 1513. La expedición de Hernando de Soto recorrió durante cuatro años gran parte del actual sureste de los Estados Unidos. Mientras, la expedición de Coronado (1540-1542) abrió el camino hasta el corazón de Nuevo México. Hombres de Coronado descubrieron el Gran Cañón en el actual Arizona y alcanzaron tierras del actual Kansas. Se habían abierto en muy pocos años los primeros caminos hacia el interior de América del Norte. Pronto, la ruta desde la ciudad de México hasta Santa Fe de Nuevo México se conocería como el Camino Real de Tierra Adentro.

“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”, escribió el poeta español Antonio Machado (1875-1939). Aparte de los senderos indígenas, en los principios de cada región no había caminos formales, había que hacerlos al andar. Fueron las botas de los exploradores y conquistadores, las sandalias de los frailes, los pies tal vez desnudos de los indios amigos o servidores, los cascos de los caballos, las pezuñas del ganado, las ruedas macizas y perezosas de las carretas lo que arañó la roca, trituró la piedra o peinó la arena. Los frailes, solos o en compañía de gente muy diversa, abrieron caminos y fundaron misiones que hoy son monumentos y memoria del pasado.

De 1769 a 1835, las misiones franciscanas dominaron la estructura económica y espiritual de la California española y mexicana. Desde San Diego y por toda la costa hasta llegar a Sonoma, a sesenta y cuatro kilómetros al norte de San Francisco, los frailes franciscanos fundaron veintiuna misiones, conocidas como el Estado Dorado. Estas misiones fueron parte de un proyecto compuesto por tres frentes que llevó a cabo el Gobierno español para establecer y controlar Alta California. Junto con los presidios militares y los pueblos civiles, las misiones eran instituciones autorizadas por la Corona que se crearon para atraer a la civilización occidental a lo que ellos llamaban la frontera salvaje.

España fue uno de los mayores imperios mundiales de su tiempo, allá por los siglos XV, XVI y XVII, cuando era dueño y señor de vastos territorios en Europa, América y Asia bajo la batuta de los reyes Carlos V, Felipe II y Felipe III.

En el nuevo continente que descubrió Cristóbal Colón a finales del siglo XV, los españoles llegaron y colonizaron las tierras a las que llamarían Nueva España, que abarcaban gran parte de los actuales territorios de México, las islas del Caribe, América Central y el sudoeste de los Estados Unidos, así como también áreas geográficas de América del Sur.

Los actuales estados americanos de California, Florida, Nuevo México y Texas deben su origen a la llegada de los españoles, quienes se asentaron y fundaron las Misiones, asentamientos donde los misioneros de diferentes órdenes religiosas vivían y trabajaban en granjas, ranchos, huertos y talleres con el fin de convertir al catolicismo a los indígenas americanos.

Una vez reforzados los muros para repeler las acometidas de las tribus indias (apaches, comanches,) y de las potencias europeas (Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y Rusia), los misioneros se centraron en la evangelización católica de la población local. Y, con la cruz, trajeron el idioma, los cultivos europeos y el ganado.

En busca de los últimos rescoldos del mito de El Dorado, los españoles del virreinato de Nueva España atravesaron la frontera del norte. Tras la barrera de polvo y piedra del desierto no encontraron el oro, pero sí unos indios por cristianizar y una tierra fértil para la agricultura y el ganado.

En 1542, los primeros exploradores españoles llegaron a la actual California. Sin embargo, su presencia fue transitoria y de carácter exploratorio, por lo que no se logró establecer una colonia permanente. Consideraron que California era un desierto hostil, sin las culturas indígenas ricas en oro que sí encontraron en México y América del Sur. Por ello, los europeos subestimaron la utilidad de la región y prácticamente la ignoraron hasta fines del siglo XVIII. En ese momento, la Corona española veía cómo los imperios rivales amenazaban a sus colonias, pero lo que más le preocupaba era la exploración y el asentamiento ruso en Alaska y en el noroeste del Pacífico. En 1769, con el fin de impedir que los rusos avanzaran hacia el sur, España le pidió al capitán Gaspar de Portolá que dirigiera una expedición para establecer una nueva colonia en Alta California. Lo acompañaron varios sacerdotes franciscanos dirigidos por el padre Junípero Serra, quienes tenían como tarea principal establecer una serie de misiones en California y convertir a la población indígena al catolicismo romano.

No se puede hablar de las misiones franciscanas de California sin mencionar al padre Junípero Serra. Nació en España en 1713 y fue bautizado como Miguel José Serra. En 1749, viajó al Nuevo Mundo como sacerdote franciscano y sirvió durante veinte años en varias misiones en el norte y este de México. En 1769, comenzó a trabajar como voluntario para la expedición de Portolá en Alta California.

Poco tiempo después de llegar con el capitán Portolá a la actual ciudad de San Diego, Serra fundó la primera misión de la región, la Misión de San Diego de Alcalá. Durante los siguientes quince años, a pesar de tener graves úlceras en las piernas y los pies, Serra hizo extensos viajes por las regiones costeras del centro y el sur de California. Antes de fallecer en 1784, fundó otras ocho misiones y convirtió al menos cinco mil indígenas de California al catolicismo romano. Debido a sus esfuerzos, la Iglesia católica lo canonizó en 2015 convirtiéndolo en santo. Serra es el único español que tiene una estatua en el National Statuary Hall Collection en el Capitolio de los Estados Unidos, Washington, D.C.

Las misiones españolas en California (EE. UU.) son un total de 21 enclaves religiosas establecidas a partir de 1769 fundadas por sacerdotes de la orden franciscana para evangelizar a los nativos americanos. Las misiones condujeron a la creación de la provincia de Alta California en Nueva España (actual México y que entonces también comprendía el estado de California que hoy pertenece a EE. UU.) y formaron parte de la expansión del imperio español en las partes más septentrionales y occidentales de Norteamérica.

Hasta 1754, las concesiones de tierras para misiones eran hechas directamente por la Corona Española desde la península, pero debido a lo remoto de los lugares y las dificultades para la comunicación, se decidió transferir ese poder a los virreyes de Nueva España (actual México) para conceder tierras y establecer misiones en América del Norte.​ Los planes para las misiones de la Alta California fueron establecidas por Carlos III y fueron la respuesta al avistamiento de comerciantes de pieles rusos a lo largo de la costa de California a mediados del siglo XVIII.​ Las misiones debían estar conectadas por una ruta terrestre que más tarde se conocería como el Camino Real y cada una de ellas tenía que distar unos 48 kilómetros de distancia de una a otra, la distancia que se podía recorrer a caballo en un día.

Todo el camino se convirtió posteriormente en el Sendero de la Misión de California, de 966 kilómetros de longitud. La tradición dice que los franciscanos dispersaron semillas de mostaza a lo largo del sendero para marcarlo con flores de color amarillo brillante. Ningún otro grupo de estructuras en Estados Unidos suscita el interés que inspiran las misiones de California (California es el lugar con mayor número de misiones conservadas que se encuentran en cualquier estado de Estados Unidos). Las misiones son el elemento histórico más conocido de California. Siete de las misiones están designados como Hitos Históricos Nacionales, catorce están inscritos en el Registro Nacional de Lugares Históricos, y todos están designados como Hitos Históricos de California por su importancia histórica, arquitectónica y arqueológica.

La detallada planificación y dirección de las misiones fue llevada a cabo por fray Junípero Serra, quien, en 1767 y junto con otros sacerdotes, había tomado el control de treinta misiones en la península de Baja California.

Cada misión debía ser autosuficiente, ya que los medios de suministro existentes eran inadecuados para mantener una colonia de cualquier tamaño. California estaba a meses de distancia de la base más cercana en Nueva España. Por ello, las misiones tenían que estar emplazadas en un lugar que tuviese un buen suministro de agua, mucha madera para los fuegos y amplios campos para el pastoreo de los rebaños y la cría de cultivos. Los sacerdotes bendecían el sitio y con la ayuda de su escolta militar (que era de 5 o 6 soldados por cada misión) construían refugios temporales con ramas de árboles o estacas, techados con paja o cañas. Fueron estas sencillas chozas las que finalmente dieron paso a las construcciones de piedra y adobe que existen hasta hoy.

La primera prioridad al comenzar un asentamiento era la ubicación y construcción de la iglesia. La mayoría de los santuarios de las misiones estaban orientados en un eje aproximadamente este-oeste para aprovechar al máximo la posición del sol para la iluminación interior; la alineación exacta dependía de las características geográficas del sitio en particular. Una vez seleccionado el lugar para la iglesia, se marcaba su posición y se trazaba el resto del complejo de la misión. Los talleres, las cocinas, las viviendas, los almacenes y otras construcciones auxiliares solían agruparse en forma de cuadrángulo, dentro del cual solían tener lugar las celebraciones religiosas y otros acontecimientos festivos. El cuadrángulo raramente era un cuadrado perfecto porque los misioneros no tenían instrumentos de medición a su disposición y simplemente medían todas las dimensiones a pie, a “ojo de buen cubero”.

Las misiones tenían el propósito de evangelizar a las poblaciones indígenas. Un total de 146 frailes menores, en su mayoría españoles de nacimiento, fueron ordenados sacerdotes y sirvieron en California entre 1769 y 1845. Sesenta y siete misioneros murieron en sus puestos, asesinados por indios hostiles, mientras que el resto regresó a Europa por enfermedad, o al completar su compromiso de servicio de diez años.​ Como las reglas de la Orden Franciscana prohibían a los frailes vivir solos, se asignaron dos misioneros a cada asentamiento, aislados en el convento de la misión.

Las campanas eran de vital importancia para la vida diaria en cualquier misión. Se tocaban a la hora de comer, para llamar a los residentes de la misión al trabajo y a los servicios religiosos, durante los nacimientos y los funerales o para señalar la llegada de un barco. La rutina diaria comenzaba con la misa del amanecer y las oraciones de la mañana, seguidas de la instrucción de los nativos en las enseñanzas de la Fe católica. Después de un generoso desayuno, a los hombres y mujeres sanos se les asignaban las tareas del día. Las mujeres se dedicaban a la costura, el tejido, el bordado, el lavado y la cocina, mientras que algunas de las más fuertes molían harina o llevaban ladrillos de adobe a los hombres que se dedicaban a la construcción. Los hombres hacían una variedad de trabajos, habiendo aprendido de los misioneros cómo arar, sembrar, irrigar, cultivar, cosechar, trillar y espigar. Además, se les enseñó a construir casas de adobe, curtir pieles de cuero, esquilar ovejas, tejer alfombras y ropa de lana, hacer cuerdas, jabón, pintura y otras tareas útiles. La jornada laboral era de seis horas, interrumpida por la comida y una posterior siesta de dos horas y terminaba con las oraciones de la tarde, la cena y las actividades sociales. Alrededor de 90 días de cada año eran designados como días festivos religiosos o civiles, libres de trabajo manual.

El objetivo de las misiones era ser autosuficientes en un plazo relativamente corto. La agricultura, por lo tanto, era la industria más importante de cualquier misión. La cebada, el maíz y el trigo estaban entre los cultivos más comunes. Los granos de cereal se secaban y se molían con piedra para convertirlos en harina. Incluso en época contemporánea, California es bien conocida por la abundancia y las variedades de árboles frutales que se cultivan en todo el estado. Los misioneros españoles llevaron semillas de frutas de España; naranja, uva, manzana, melocotón, pera, higuera… Las uvas también se cultivaban y fermentaban en vino para su uso sacramental y para el comercio.

Viñedos en California

El vino, una industria importante hoy en día en California debe su origen precisamente a las misiones españolas pues su variedad específica, llamada uva Criolla o Misión, se plantó por primera vez en la Misión San Juan Capistrano en 1779 y de la bodega de esta surgió, en 1783, el primer vino producido en la Alta California. La ganadería también se convirtió en una importante industria de la misión, ya que se criaban rebaños de ganado vacuno y ovino. La Misión San Gabriel Arcángel fue testigo, sin saberlo, del origen de la industria citrícola de California con la plantación del primer huerto importante de la región. Las aceitunas (cultivadas por primera vez en la Misión San Diego de Alcalá) se cultivaban, maduraban y prensaban bajo grandes ruedas de piedra para extraer su aceite, tanto para su uso en la misión como para el comercio de otros productos. Fray Junípero Serra reservó una parte de los jardines de la Misión del Carmelo en 1774 para plantas de tabaco, una práctica que pronto se extendió por todo el sistema de misiones.

También se criaba ganado, no solo para obtener carne, sino también para lana, cuero y sebo, y para cultivar la tierra. Los animales de pastoreo fueron trasladados desde otros lugares de Nueva España. Se requerían muchos indios para cuidar los rebaños y manadas en los ranchos de la misión.

Las cocinas y panaderías de la misión preparaban y servían miles de comidas cada día. Las velas, el jabón, la grasa y los ungüentos se hacían con sebo (grasa animal) en grandes cubas. También se utilizaban cubas para teñir la lana y curtir el cuero, y telares para tejer. Las grandes bodegas proporcionaban un almacenamiento a largo plazo para los alimentos en conserva y otros materiales tratados.

Misión Santa Clara y apuntes culinarios de José Viader

Cada misión tuvo que fabricar prácticamente todos sus materiales de construcción con materiales locales. Los trabajadores de la carpintería daban forma a las vigas, dinteles y otros elementos estructurales; los artesanos más hábiles tallaban puertas, muebles e instrumentos de madera. Para ciertos usos, los ladrillos se cocinaban en hornos para fortalecerlos y hacerlos más resistentes a la intemperie. Las ollas, platos y botes de cerámica esmaltada también se hacían en los hornos de las misiones.

Mención aparte para los extensos sistemas de suministro de agua. Los acueductos, a veces de varios kilómetros de largo, conducían agua fresca de un río o manantial cercano al lugar de la misión. Las zanjas abiertas o cubiertas y tuberías de arcilla cocida, unidas con mortero de cal o betún, transportaban el agua por gravedad a grandes cisternas y fuentes, y la vaciaban en vías fluviales donde la fuerza del agua se utilizaba para hacer girar muelas y otra maquinaria sencilla, o se dispensaba para su uso en la limpieza. Se permitía que el agua utilizada para beber y cocinar se filtrara a través de capas alternas de arena y carbón para eliminar las impurezas. Uno de los sistemas de agua mejor conservados de las misiones está en la Misión Santa Bárbara.

Antes del establecimiento de las misiones, los pueblos nativos solo sabían utilizar el hueso, las conchas marinas, la piedra y la madera para la construcción, la fabricación de herramientas, armas, etc. Los misioneros establecieron un entrenamiento en habilidades y métodos españoles; en agricultura, artes mecánicas, y en la crianza y cuidado del ganado. Todo lo que consumían y utilizaban los nativos se producía en las misiones bajo la supervisión de los sacerdotes.​ La fundición de la Misión San Juan Capistrano fue la primera en introducir a los indios en la Edad del Hierro. El herrero usó las forjas de la misión (las primeras de California) para fundir y moldear el hierro en todo, desde herramientas básicas como clavos, hasta cruces, puertas, bisagras e incluso cañones para la defensa de la misión.

Decadencia

A mediados de la década de 1830, después de que México se independizara de España, se estableció un programa para secularizar las misiones y, de esta manera, quitarle las tierras y los bienes a la Iglesia católica para que las autoridades civiles los redistribuyeran. Posteriormente, las misiones entraron en un período de decadencia y la mayoría de los edificios quedaron en ruinas. Sin embargo, a fines del siglo XIX y principios del XX, un movimiento arquitectónico y artístico reavivó el interés por las estructuras abandonadas. Como resultado, las organizaciones locales y estatales trabajaron para restaurar las misiones y lograron reconstruir muchos de los edificios. Estas misiones restauradas, respetadas por ser bastiones de la civilización occidental o injuriadas por subyugar a los indígenas americanos y destruir su vida y cultura, nos recuerdan el importante papel que tuvo la herencia hispana de California en la formación del Estado Dorado.

El interés en las misiones franciscanas continuó durante todo el siglo XX hasta la actualidad. Para la década de 1950, las escuelas públicas secundarias de California ya habían incorporado la historia de las misiones en sus planes de estudio. Los alumnos de cuarto grado de todo el Estado Dorado todavía construyen dioramas de las misiones y aprenden cómo era la vida en ellas.

Hoy en día, tanto los historiadores como los profesores reconocen la cruda realidad que atravesaron las misiones y la importancia que tuvieron para forjar la historia de California. Los gruesos muros de adobe reunieron la compleja interacción entre la cultura de los europeos y los indígenas americanos, las luchas de poder entre la Iglesia católica y las autoridades civiles y militares tanto españolas como mexicanas, y las tensiones entre los frailes y los indios bajo el sonido de las campanas misioneras que convocaban a los fieles a decir sus plegarias.

El auge de la evangelización española por los Estados Unidos llevó a su expansión por toda California. Gracias a expediciones de militares, como Anza o Gaspar de Portolá, y religiosos, los españoles fundaron misiones que hoy son grandes ciudades como Los Ángeles o San Francisco.

Las misiones se han ganado un flujo constante de turistas de todo el mundo. La Fundación de las Misiones de California, organización voluntaria y exenta de impuestos, fue fundada en 1998 por Richard Ameil, un californiano de octava generación. También se ha propuesto un cambio en las leyes de California que permitiría el uso de fondos del Estado en los esfuerzos de restauración. Las 21 misiones están abiertas a los visitantes, cuentan con una tienda de regalos y un museo. La mayor parte de ellas celebran misa los domingos e incluso a diario. Sí tienes la suerte de recorrerlas de Sur a Norte, estás serán las que verás por orden geográfico en tu viaje:

  1. Misión de la Basílica de San Diego de Alcalá

Construida en 1769 y restaurada por completo en 1931, esta misión tiene un asombroso campanario de 14 metros de alto con cinco campanas, de las cuales la más grande pesa 544 kilos. Edificios cubiertos de buganvillas e inmaculados jardines. Se celebra misa todos los días; hay visitas guiadas disponibles a petición por adelantado.

  1. La vieja misión de San Luis Rey de Francia

Conocida como el “Rey de las misiones”, San Luis Rey se enmarca en una plaza central, marcada por una cúpula octogonal en la cima de la edificación. Una enorme lavandería es ahora un jardín hundido ornamental. No dejes de ver las escaleras con azulejos, las piscinas de piedra y las gárgolas labradas de las que una vez vertían agua. El primer árbol de la especie pirul de California, se presentan con frecuencia como “granos de pimienta rosada”, crece en la plaza de la misión.

  1. Misión de San Juan Capistrano

Cada marzo, el pueblo de San Juan Capistrano da la bienvenida al regreso de las golondrinas, que pasan la mayor parte del año en la misión antes de migrar volando 9650 kilómetros a Argentina, en el invierno. Hay visitas guiadas y recorridos de audio disponibles.

  1. San Gabriel Arcángel.

Esta misión que parece fortaleza cuenta con un viñedo de casi 70 hectáreas, el más grande en el conjunto de misiones. Su campanario aloja seis campanas; la más antigua se fundió en 1795. Aspectos destacados: el altar enmarcado por un gran tragaluz redondo y la fuente bautismal de cobre forjada a mano del Rey Carlos III de España.

  1. Misión de San Fernando Rey de España

Los edificios y terrenos bien cuidados incluyen un convento, una viña, jardines y columnatas con 20 arcos. El actor Bob Hope y otras celebridades de Los Ángeles están enterrados en el cementerio.

  1. La vieja misión de San Buenaventura

Un acueducto de mampostería construido a mano traía agua 11 kilómetros, desde el río Ventura a “la Misión junto al mar”. En su época más próspera, esta pequeña misión tenía más de 41.000 cabezas de ganado. No te pierdas la fuente de azulejos ornamentada, el campanario asimétrico con cinco campanas y un jardín rodeado de palmeras.

  1. Vieja misión de Santa Bárbara

La única misión de California que tiene dos campanarios iguales. La “Reina de las misiones” cuenta con una magnífica fuente morisca, jardines de rosas espectaculares y un altar con orejas de mar incrustadas del año 1790. Parte del acueducto original se utiliza todavía en la ciudad de Santa Bárbara.

La Misión de Santa Bárbara es la única que la Iglesia católica jamás abandonó. Los monjes franciscanos siguieron dirigiéndola desde su creación en 1786 hasta el día de hoy. En 1824, esta misión, junto con la Misión de Santa Inés y la de La Purísima, fue el escenario de una gran revuelta por parte de sus indios, que en su mayoría eran miembros de la tribu Chumash.

Los chumash son un pueblo amerindio, que históricamente habitó en las regiones costeras del centro y sur de California, en lo que ahora es Santa Bárbara, San Luis Obispo, Ventura y Los Ángeles, desde Morro Bay en el norte, hasta Malibú en el sur.

  1. Vieja misión de Santa Inés

Los jardines podados y las bien preservadas pinturas y frescos en las paredes hacen de ésta una de las más atractivas y coloridas misiones. El museo aloja una gran colección de vestiduras de seda del siglo XIX. Pastos dorados y colinas cubiertas de robles enmarcan la vista desde la entrada de la capilla.

  1. Misión de La Purísima Concepción de María Santísima

Ahora un parque histórico estatal, esta misión es la más restaurada del conjunto. Quedan diez de los edificios originales, incluida la iglesia, la herrería y las residencias. Los senderos para caminar y andar a caballo cubren los terrenos de 780 hectáreas, en los que pastan los animales del rancho.

  1. Misión de San Luis Obispo de Tolosa

En 1776, varios de los indígenas hostiles a la misión lanzaron flechas ardientes sobre el techo de paja, lo que llevó a los misioneros a sustituirlas por techos de teja. Los techos de tejas rojas se convirtieron en la regla de las misiones. Rodeados de una ajetreada plaza central y un exuberante jardín de árboles frutales y uvas, las paredes de adobe están adornadas con un arte centenario.

  1. Misión de San Miguel

Este Hito Histórico Nacional aloja coloridos frescos en las paredes que pintaron indígenas. Camina a través de la columnata sombreada, que contiene 12 arcos de diferentes tamaños y formas. Una elegante fuente y un cañón español que data de 1697 se encuentran rodeados de 30 especies de cactus, rosas y olivos.

  1. Misión de San Antonio de Padua

Su prístina ubicación y un museo muy bien curado la hacen una de las mejores para visitar. Escucha música de la época de las misiones y visita el huerto frutal y la barrica para machacar uvas.

  1. Nuestra Señora de la Soledad

Conocida como “la misión de la mala suerte”, este lugar ha tenido una triste historia de epidemias, inundaciones y cosechas perdidas. Dejada en ruinas durante casi un siglo, el edificio se restauró en 1954. Visita la pequeña capilla rústica y el pulcro jardín de rosas.

  1. Misión de San Carlos Borromeo del Río Carmelo

Recorra la pinturas y estatuas originales, la fuente de agua bendita, sendas de adoquín, y patios llenos de flores en esta hermosa misión de estilo morisco. Las exposiciones del museo se centran en aspectos cotidianos de la vida de la misión: muebles, herramientas y ropa. El padre Junípero Serra, que fundó 9 de las 21 misiones, está enterrado bajo el santuario. 

  1. Misión de San Juan Bautista

Situada entre las tiendas del Viejo Oeste de San Juan Bautista, esta misión se encuentra justo al lado de la falla tectónica de San Andrés. La enorme iglesia contiene tres naves y un magnífico altar. Busca las huellas de garras de animal en los azulejos del altar. Los cinéfilos reconocerán esta misión en la película de suspense de Hitchcock de 1958 “Vértigo “.

  1. La Exaltación de la Santa Cruz

La iglesia original de adobe de 1795 fue destruida por un terremoto en 1857, luego se reconstruyó en 1931 a menos de la mitad de su tamaño original. El museo aloja una colección de vestimentas antiguas de seda cosidas con hilo de oro y plata.

  1. Misión de Santa Clara de Asís

Un regalo del Rey Carlos IV de España, la campana de la misión de Santa Clara ha tocado religiosamente cada noche desde 1798. Esta misión reconstruida se ubica en el campus de la Universidad de Santa Clara. Recorre su jardín para ver una enorme glicina de 150 años, rosas antiguas y un alcornoque que se utilizaba para elaborar corchos de botellas de vino en los días de la misión.

  1. Misión de San José de Guadalupe

Participa en una visita guiada del edificio reconstruido de la misión (el original de 1797 se destruyó en un terremoto en 1868) y verás el antiguo órgano de tubos español. Un pequeño museo tiene exposiciones fascinantes del periodo de ranchos de California y la producción de frutos y aceite de oliva de la misión.

  1. Misión de San Francisco de Asís

También llamada Misión Dolores por una ensenada cercana, esta misión es el edificio intacto más antiguo de San Francisco y data de 1776. Una visita guiada de 90 minutos te lleva a explorar la misión, el museo, el jardín de rosas y el cementerio, en el que se enterraron más de 5000 indígenas y pioneros de California. Destacado: los deslumbrantes vitrales de la basílica, que representan las 21 misiones. 

  1. Misión de San Rafael Arcángel

Construida en el soleado San Rafael como el primer hospital de California, esta misión sirvió a los indígenas enfermos en la húmeda y brumosa misión de San Francisco. El edificio es una réplica de 1949 del original, pero su museo contiene artefactos históricos que incluyen tres de las campanas originales de la misión.

  1. Misión de San Francisco de Solano

La última misión construida en California fue planeada por un muy ambicioso sacerdote que actuó sin la aprobación de la Iglesia. Ahora parte de un Parque Histórico Estatal, esta rústica misión se ubica en la plaza del centro de Sonoma junto a lugares de comida gourmet y boutiques de alta gama. No se pierda las pinturas de acuarela y el jardín del siglo XIX que se replantó lleno de cactus y olivos.

Hoy en día, esta ruta de las misiones de Alta California es una excelente opción de turismo en EE. UU. La ruta tiene una longitud de 966 kilómetros junto a la costa, uniendo las ciudades de San Diego y San Francisco.

El viajero aficionado a la historia tiene una buena oportunidad de ampliar sus conocimientos sobre las misiones españolas en territorio americano. Uno de los mejores ensayos que trata sobre este periodo es Historia De Las Misiones De La Campañía De Jesús En El Marañón Español

Si se prefiere la novela, tienes uno de los recientes éxitos de las letras patrias, Misión Olvido, de María Dueñas.

 Para profundizar en la famosa batalla de 1836, el viajero dispone del libro El Álamoo la película El Álamo. Trece Días De Gloria [DVD]

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