Vivimos en una época de innovaciones tecnológicas que nos brindan comodidades inimaginables. Entre estas, destaca el aire acondicionado como uno de los inventos más revolucionarios que alivia nuestros días más calurosos. Con tan solo pulsar un botón, este dispositivo puede transformar cualquier espacio en un oasis de frescura que revitaliza nuestros sentidos y nos permite disfrutar de una vida más cómoda. Sin embargo, no hace mucho tiempo, nuestros ancestros no tenían esta suerte. En lugar de confiar en la tecnología moderna, nuestras abuelas y madres se valían de un artilugio mucho más sencillo, pero igual de efectivo: el abanico. Con este ingenioso invento, podían refrescarse y resistir el calor extremo, soportando las altas temperaturas sin perder el ánimo.
DE ORIENTE A EUROPA
El abanico es un artefacto cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos. Aunque no se sabe con certeza cuándo apareció el primer abanico, se cree que nuestros antepasados ya utilizaban herramientas similares para avivar las llamas de los hogares. Desde entonces, los abanicos han sido una constante en la vida de muchas culturas a lo largo de la historia. Egipcios, babilonios, persas, griegos y romanos, entre otros, eran conscientes del valor de estos objetos, reservados en su mayoría para las clases más adineradas como símbolo de poder y riqueza. Los egipcios, por ejemplo, utilizaban grandes abanicos confeccionados con plumas de avestruz para refrescar a sus patrones en los calurosos días de verano y ahuyentar a los molestos insectos que pululaban en un país tan cálido como el suyo. A pesar de su antigüedad, el abanico sigue siendo un elemento indispensable en muchas culturas del mundo, adaptándose a las necesidades y gustos de cada época.
El abanico, objeto que hoy en día asociamos con el calor y la sofocante sensación de humedad, tuvo un largo camino antes de convertirse en un artículo de uso común. Según Hélène Alexander, directora del Museo del Abanico en Londres, los abanicos llegaron a Europa desde el Próximo Oriente en el siglo XII, durante las Cruzadas. Estos primeros abanicos eran símbolos de estatus y se reservaban a la realeza y la nobleza. Los abanicos que se utilizaban en aquella época no eran tan solo para darse aire por el calor, sino también para mitigar el olor que desprendían sus propios cuerpos. Los primeros baños comenzaban alrededor del mes de mayo y era frecuente que en esas fechas se realizaran los casamientos. Con el tiempo, la Iglesia también comenzó a emplearlos como objetos litúrgicos. Estos abanicos eran fijos y algunos estaban adornados con plumas y mangos bellamente trabajados.
Sin embargo, la forma de abanico que conocemos hoy en día, el abanico plegable, se originó en la lejana Corea del siglo X durante la dinastía Goryeo o Koryo. La leyenda cuenta que un monje budista, incapaz de alcanzar la iluminación debido a su amor por una mujer, decidió crear un abanico con la forma de su amada. El monje utilizó tiras de bambú para construir las varillas, las cuales recubrió con papel y escribió un poema. Cada vez que cerraba el abanico, podía ver la figura de su amada y, al abrirlo, creía ver el vuelo de su falda.
Los abanicos plegables se introdujeron en China durante la dinastía Ming y en Japón durante el período Tokugawa. Cuando hicieron su aparición los primeros abanicos plegables, éstos se introdujeron en Europa a través de España. La innovación que aportó el nuevo diseño fue rápidamente copiada y se inició su fabricación primero en España, y luego en el resto de Europa.
Originalmente estaban hechos de unas delgadas láminas de hinoki (un ciprés japonés) cosidas entre sí. El número de láminas de los abanicos difería de acuerdo al rango de la persona que lo portaba.
Con el tiempo se convirtieron en accesorios básicos en danzas y todo tipo de espectáculos, así que eran muy utilizados por bailarines y actores. Gheisas de todo tipo, en especial las maiko, los usaban en sus bailes. También existen danzas coreanas populares en las que los abanicos tienen un papel muy destacado. En menor medida, pero también fueron usados en el campo de batalla para hacer señales y como arma. Los abanicos plegables continúan siendo símbolos culturales importantes en Japón, Corea y China.
EL ABANICO EN ESPAÑA
Con todo, los maestros abaniqueros italianos y franceses superaron paulatinamente la factura española debido a la perfección con que trabajaban y a las medidas protectoras de sus respectivos gobiernos. En la actualidad, sin embargo, estos países ya hace tiempo que dejaron de fabricar abanicos, mientras que en España aún perdura la artesanía abaniquera.
La industria en España tuvo diversas dificultades hacia finales del siglo XVII, cuya causa principal fue la falta de perfección de innovación técnica con respecto a los otros países. En un menor grado fue también determinante la falta de protección del gobierno.
En tiempos de Carlos II se intenta remediar esta situación; en 1679 se quiere reforzar la industria abaniquera española, poniendo trabas a la entrada de abanicos de Francia e Italia y modernizando los talleres.
Bajo la protección del Conde de Floridablanca se instala en España un maestro francés, Eugenio Prost, con el fin de instalar una fábrica de donde salieron toda clase de abanicos con la misma calidad y diseños que los que se confeccionaban en los otros países de Europa.
A finales del siglo XVIII ya se fabrican abanicos en toda España, aunque el mayor centro de producción estaba radicado en Valencia. También en este siglo se consolida un gremio de abaniqueros de ámbito nacional. La culminación de todos estos esfuerzos en favor de la industria abaniquera se produjo en el año 1802 con la inauguración de la Real Fábrica de Abanicos.
Al llegar el siglo XIX la industria del abanico en Levante es una de las primeras de Europa, cuya producción mostraba ya señales de declive. El uso del abanico en España estaba por entonces tan extendido que el escritor francés Teófilo Gautier llegó a escribir «nunca, he visto una mujer sin su abanico. La sigue a todas partes, hasta en la iglesia, las veo en grupos de todas las edades, arrodilladas o sentadas, con zapatos de tela, rezan y se abanican con el mismo fervor».
La influencia de la moda y la entrada de nuevas costumbres hacen que decaiga la demanda, pero, aun así, por los condicionantes climáticos de España, ha perdurado el uso del abanico no sólo como elemento de adorno y moda, sino también por necesidad. De ahí que, no sólo sea utilizado desde siempre tanto por las mujeres como por los hombres, aunque éstos hasta principios del siglo XX utilizaban abanicos más pequeños que guardaban discretamente en los bolsillos de sus levitas.
En la actualidad, en el umbral del siglo XXI, existe en Valencia una floreciente industria abaniquera que exporta a todo el mundo. El estilo de los abanicos que salen de sus talleres es muy variado, ya que recopilan y se inspiran en modelos que van desde los más antiguos hasta los que representan pinturas de los artistas más vanguardistas.
En España, las primeras referencias del abanico aparecen en la Crónica de Pedro IV de Aragón en la que se cita como oficio de los nobles que acompañaban al rey ‘el que lleva el abanico’. Hay también referencia de este utensilio en los inventarios de bienes del Príncipe de Viana y el de la Reina Dª Juana (Juana la Loca), así como de nobles, de artistas y personajes muy variopintos. Una joya que fusiona a la perfección la artesanía, el arte y la funcionalidad. En su elaboración concurren operaciones de diversa naturaleza, desde las puramente artísticas hasta oficios de habilidad como cortar las varillas o plegar y pegar las telas o vitelas. De todas las técnicas y de la gran variedad de abanicos que encontramos en el Museo del Palmito de Aldaia (Valencia) trata la visita. Con piezas del S. XVIII hasta bancos actuales y veremos maquinaria tradicional, piezas y utensilios típicos del proceso de elaboración del abanico.
EL ABANICO EN EUROPA
El abanico es uno de los complementos que han acompañado a la mujer durante siglos. Su origen es antiquísimo, aunque se considera llegó a Europa procedente de Bizancio en el siglo XIV. Eurípides cuenta que ya lo conocían los pueblos bárbaros, aunque ya tenemos constancia de su uso en el antiguo Egipto, al aparecer representados en las tumbas tebanas. La tipología usada en Egipto y Grecia consistía en una serie de plumas dispuestas en forma de semicírculo unidas a un mango. En Roma, según Virgilio y Apuleyo se utilizaban en la festividad dedicada al dios Baco.
Llegando a tiempos más modernos, nos debemos situar en Francia y más concretamente en la corte de Catalina de Medicis quien lo introdujo a raíz de su matrimonio con el futuro Enrique II. La reina importó abanicos italianos de forma circular y orlados de plumas. A su muerte en 1589, su hijo Enrique III de Francia, último monarca de la dinastía Valois, lo puso de moda en la corte como algo refrescante a la vez que un accesorio elegante e innovador. A lo largo del siglo XVI se produjo el paso del aventador al abanico de pliegues.
Fue Catalina de Médicis quien introdujo esta práctica herramienta en la corte francesa después de su matrimonio con Enrique II. Al principio, los abanicos eran circulares y decorados con plumas, pero con el paso del tiempo, evolucionaron para convertirse en símbolos de prestigio y elegancia.
Después de la muerte de la reina, su hijo Enrique III de Francia tomó la iniciativa de promover los abanicos como objetos de moda y prestigio en la corte. Desde entonces, los abanicos se han utilizado para refrescarse y como elementos decorativos en las cortes de todo el mundo.
A lo largo del siglo XVI y gran parte del XVII, Francia se convirtió en el líder en la producción de abanicos rígidos, superando a Venecia. Con su intrincado diseño y elaboración artesanal, los abanicos se han convertido en un objeto de culto para los amantes de la moda y la historia. El abanico era un símbolo de elegancia y clase alta, llegando a representar un objeto esencial en la vida femenina, ya que no se trataba de un mero instrumento o adorno, sino de un medio de comunicación.
El abanico se convirtió en un objeto tan demandado que los fabricantes franceses fundaron un gremio en 1678 para satisfacer la creciente necesidad. Los “éventaillistes” fabricantes de abanicos se especializaron en decorar las hojas, plegarlas, ensamblarlas y distribuirlas. En aquel entonces, los abanicos estaban hechos de telas y pieles perfumadas, y eran altamente valorados por la sociedad francesa que pagaba por ellos sumas que podían alcanzar las 12 o 15 libras.
Los abanicos se consideraban imprescindibles en el ajuar de cualquier persona adinerada y elegante. Su uso era tan importante que cualquier mujer que asistiera a una recepción debía llevar un abanico en su mano. Estos accesorios elegantes eran una parte esencial de la moda y se pagaban sumas astronómicas por ellos.
El atuendo de una señora no estaba completo sin él, de hecho era muy frecuente que las damas se hicieran retratar portando uno en su mano. En España debemos destacar la iniciativa de la reina Isabel de Farnesio, que formó una gran colección de abanicos muchos de ellos pintados por notables artistas de la época. No sólo los usaba, sino que también disfrutaba admirándolos llegando a poseer 1.636 ejemplares. La sociedad francesa estaba obsesionada con los abanicos, y los “éventaillistes” satisfacían esta demanda con su arte y habilidad en la elaboración de estos artículos tan deseados.
A principios del siglo XVIII el abanico todavía no se abría por entero, mientras que sus varillas se fabricaban con distintos materiales tales como marfil, carey o madera. El llamado de baraja o “brisé”, que estuvo de moda a principios de la centuria, normalmente se decoraba con escenas religiosas inspiradas en pasajes del Antiguo Testamento. Hacia 1735 se impuso la temática rococó con su gusto por las escenas galantes y campestres inspiradas en Watteau o Boucher, y también mitológicas protagonizadas por Venus, Juno y Ofalia. Los países se fabricaban normalmente con papel o material de vitela, materiales que permiten el plegado y las decoraciones.
En la década de los sesenta del XVIII se produjeron una serie de avances que posibilitaron el plegado total de la pieza, lo que trajo consigo un mayor uso de la seda en los países desplegando bordados y lentejuelas. A finales del siglo su tamaño se ajustará a la nueva moda, haciéndose más pequeño para poder llevarlo en el bolso. El llamado “de esqueleto” tenía las varillas más estrechas y separadas. El abanico no solamente constituyó una pieza obligatoria en el atuendo de una dama, sino que fue un claro indicador de su calidad, gusto y elegancia
En el siglo XVIII, el artista francés Eugenio Prost, quien se había instalado en España bajo la protección del conde de Floridablanca, se convirtió en el principal productor de abanicos, superando a países como Italia y Francia en términos de producción.
Prost diseñó abanicos con relieves, colores y materiales diversos, así como en formas y tamaños muy dispares. Los abanicos se usaban en cualquier evento al que asistiera un gran número de personas, y se habían convertido en un accesorio imprescindible para las personas adineradas y elegantes de la época.
Estos accesorios elegantes y elaborados se usaban no solo para refrescarse, sino también para comunicarse en secreto entre los miembros de la alta sociedad. Los abanicos se utilizaban para enviar mensajes cifrados a través de un lenguaje de abanicos, conocido como el “abanico de la coquetería”.
En resumen, el abanico se había convertido en una parte fundamental de la moda y la cultura en Europa, y su uso se había extendido más allá de la simple necesidad de refrescarse en eventos públicos.
EN LA OBRA DE GARCÍA LORCA
En la obra del poeta y dramaturgo español Federico García Lorca, el abanico juega un papel importante como símbolo de la cultura y la tradición españolas. Lorca utiliza el abanico en varias de sus obras, como en su poema “El Diván del Tamarit”, donde el abanico simboliza la seducción y la coquetería.
En el poema, Lorca describe el abanico como un objeto sensual y delicado, adornado con seda, perlas y lentejuelas. El abanico es presentado como un accesorio femenino indispensable, que oculta y revela a la vez, un instrumento para la seducción y la comunicación secreta entre amantes.
Además de su función estética y simbólica, el abanico también tenía un papel práctico en la vida cotidiana de las mujeres españolas de la época. En la obra de Lorca, se mencionan los diferentes tipos de abanicos utilizados por las mujeres, desde el abanico de esqueleto hasta el abanico más elaborado y decorado.
En resumen, el abanico fue un elemento esencial en la cultura y la tradición españolas, y en la obra de García Lorca se convierte en un símbolo de la seducción, la coquetería y la comunicación secreta entre amantes.
INSTRUMENTO DE COMUNICACIÓN…
“Los hombres tienen las espadas, las mujeres el abanico, y el abanico es, probablemente, un arma igual de eficaz” Joseph Addison, escritor inglés.
Hoy en día nos puede parecer algo imposible, pero el whatsapp de nuestros antepasados era el abanico. Este complemento, relegado a su función de refrescar el aire en momentos de sofoco, jugó un papel muy importante como medio de comunicación en el siglo XIX, sobre todo en el flirteo entre hombres y mujeres. El abanico era un arma de seducción del que no se separaban las mujeres. Las féminas, mucho más controladas y limitadas solo por el hecho de haber nacido mujer, podían iniciar o cortar una relación amorosa con un simple movimiento de muñeca.
Realmente, hay tratados que aseguran que existió el lenguaje del abanico, y que lo codificaban, pero también hay detractores de esta teoría, ya que si hubiese sido tan estable, no hubiese cumplido su función de comunicación secreta. Lo más seguro es que cada pareja se instaurase su propio código de gestos, adaptando los movimientos a sus necesidades.
Jules Janin, escritor francés del siglo XVII, escribió sobre la versatilidad de este objeto en manos de la mujer: “Se sirven de él para todo; ocultan las manos o esconden los dientes tras su varillaje si los tienen feos; acarician su pecho para indicar al observador lo que atesoran; se valen también de él para acallar los sobresaltos del corazón, y son pieza imprescindible en el atavío de una dama. Con él se inicia o se corta una historia galante, o se transmiten los mensajes que no admiten alcahuete”
Efectivamente, el abanico fue utilizado como un lenguaje gestual secreto entre mujeres de la alta sociedad en siglos pasados. El abanico tenía su propio código y cada movimiento, posición o colocación significaba algo diferente. Este lenguaje se conoce como “abanico español” y ha sido objeto de estudio y análisis por parte de historiadores y expertos en moda. Algunos otros ejemplos de mensajes que se pueden transmitir con el abanico son: apoyarlo en el hombro derecho significa “sígueme”; abrirlo y cerrarlo rápidamente significa “me gustas”; llevarlo cerrado en la mano derecha indica “estoy soltera”; llevarlo cerrado en la mano izquierda significa “estoy comprometida”; apuntar con él hacia el suelo significa “quiero hablar contigo”; y agitarlo con la mano izquierda indica “no me importa”. Es interesante destacar que este lenguaje gestual fue utilizado no solo en España, sino también en otros países de Europa y América Latina.
El abanico ha sido un objeto con múltiples usos y simbolismos a lo largo de la historia, desde su función práctica de combatir el calor hasta su uso como instrumento de comunicación, pasando por su papel en la moda y la superstición. También ha sido un elemento recurrente en la literatura y el arte, y ha sido representado en diversas obras pictóricas y escultóricas. En definitiva, el abanico es un objeto que ha trascendido su función original y se ha convertido en un símbolo cultural muy importante.
EL ABANICO FLAMENCO EN EL BAILE
Puesto que el sur de España, debido a su climatología, fue el lugar donde más rápidamente se popularizó el uso del abanico, no es de extrañar que enseguida se convirtiera en protagonista en los bailes flamencos, en los que aporta gracia y estilo a los movimientos de las bailaoras.
¿Cuál es la importancia del abanico?
El abanico tiene un papel esencial dentro del baile, precisamente por ese lenguaje de seducción que comentábamos con anterioridad: siendo el flamenco, como es, apasionado y sensual, las bailaoras utilizan un abanico un poco más grande, llamado “pericón” para aportar mayor intencionalidad a sus movimientos, dotándolos de un significado especial, que incrementa el hechizo del baile.
Los abanicos se componen de tres partes: las varillas y el clavillo que juntos forman el armazón, y luego debemos hablar del país.
- Las varillas: se elaboraban con bambú formando tiras idénticas en longitud, espesor y ancho. Las varillas podían ser de marfil, hueso, mica, nácar, madera de sándalo o carey, eran finamente labradas y cubiertas con un país de tela o papel decoradas por artesanos.
- El clavillo: es el alambre que une las varillas, comúnmente se aplasta en las puntas de las varillas para evitar que se saliesen.
- El país: es la parte que se pliega con las varillas, y que, cuando se abre forma su superficie.
El Museo del Abanico de España se encuentra en Aldaia, cuna del abanico. El abanico es un símbolo de la cultura española y en especial de la valenciana con fuerte arraigo en la actualidad. Una joya que fusiona a la perfección el arte y la funcionalidad. Reconocido internacionalmente con un objeto de calidad extraordinaria.
Y es que en Aldaia albergan desde hace muchos años las fábricas de abanicos que han ido pasando de generación en generación.
El museo consta actualmente de más de 150 abanicos cedidos por los artesanos y coleccionistas, y de instrumentos donados para entender todas las fases de fabricación de un palmito, como puede ser caladoras o telas.