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EL LEGADO DEL CERRATO, PAISAJES, SABORES Y PERSONAS QUE ENAMORAN

Donde el vino cuenta historias

¡Ah, el Cerrato Palentino! Una tierra que parece haber sido dibujada a mano, con un paisaje ondulante de cerros que desvelan historias de antaño y un terroir que da vida a vinos excepcionales. Mi curiosidad no podía resistirse a la invitación de explorar esta región, donde la naturaleza, la historia y la pasión por el vino convergen de manera casi mágica.

Desde el primer sorbo de aire en esta tierra castellana, supe que me esperaba una experiencia para contar. El Cerrato Palentino, con su mezcla de historia, viñas y pasión, nos abrió sus puertas como quien invita a su hogar, con orgullo y calidez. Esta es la crónica de un viaje que combinó el placer del vino con el arte de descubrir. 

 

 

La Asociación para el Desarrollo Rural Integral del Cerrato Palentino (ADRI Cerrato Palentino)

Fuimos recibidos por Miguel Portillo, Gerente de la Asociación y gente de su equipo que nos hicieron de cicerones a lo largo de la intensa jornada.

El objeto de la Asociación es promover el desarrollo económico, social y cultural de la zona palentina del territorio conocido como Cerrato, procurando el desarrollo integral de la comarca y el respeto y potenciación de sus recursos y valores endógenos. Es una entidad sin ánimo de lucro creada el 20 de octubre del 2000.

Integra como socios a ayuntamientos, instituciones, asociaciones, empresarios, cooperativas, organizaciones profesionales agrarias… y cualquier otro agente socioeconómico interesado en el desarrollo de esta.

Remigio Salas, tradición en cada rincón

 

El viaje comenzó en Dueñas, donde la Bodega Remigio Salas de la D.O. Cigales, se erige como un auténtico templo del vino. Fundada en 1778, esta bodega familiar no solo produce excelentes vinos, sino que conserva un patrimonio que parece haber quedado suspendido en el tiempo.

Amada de Salas, la quinta generación al frente de la bodega, nos recibió con una sonrisa que parecía estar teñida de siglos de historias. Su entusiasmo es contagioso, y su conocimiento, un regalo. La visita comenzó descendiendo a los pasadizos subterráneos, un laberinto de barricas, cubas y herramientas que parecían susurrar secretos al oído.

El histórico lagar de sillería de 1887 fue uno de los momentos estelares. Cada piedra, cada rincón, parecía hablar de la labor incansable de las generaciones que han mantenido vivo este lugar. La cata final de cuatro vinos de la colección “Las Luceras” fue como un brindis al esfuerzo y la dedicación de esta familia. Aromas intensos, sabores que acarician el paladar y una sensación de estar degustando no solo vino, sino historia embotellada.

La magia empieza en la tierra

La magia de los vinos de Remigio Salas no comienza en las barricas, sino en sus viñedos. Con 90 hectáreas de cepas propias, donde destacan variedades como garnacha, tempranillo, albillo y verdejo, uno no puede evitar sentirse humilde frente al esfuerzo y paciencia que requiere esta tierra.

Los viñedos, con una edad media superior a los 70 años, se encuentran en un suelo calizo y pedregoso que, combinado con el clima extremo del Cerrato, da lugar a uvas con carácter. Caminando entre las hileras de viñas, sentí el peso de generaciones que han cuidado esta tierra con mimo, permitiendo que cada botella sea un reflejo de su entorno.

Cada rincón de la Bodega Remigio Salas es un recordatorio de lo que significa preservar un legado, mientras que sus vinos son una celebración del trabajo bien hecho.

Vinos de Arlanza, una D.O.

desconocida con mucho futuro

 

Como comunicadora gastronómica, pocas cosas me entusiasman más que un viaje que combine buen vino, paisajes únicos y la calidez de lo rural. Así es la Ruta del Vino Arlanza, un recorrido que invita a descubrir una denominación de origen joven, pero con raíces profundas y una personalidad que se hace sentir desde el primer sorbo.

Arlanza: el secreto mejor guardado

¿Quién iba a decir que, entre las tierras onduladas y montañosas de Arlanza, donde el tiempo parece haberse detenido, se está gestando un renacer vinícola digno de aplausos? Este rincón de Castilla, cargado de historia y tradición, se está sacudiendo el polvo del olvido para recordarnos que aquí siempre se ha hecho buen vino.

Dicen los abuelos del lugar que en otro tiempo Arlanza era un mar de viñedos. Las tierras ribereñas estaban cubiertas de cepas que se cuidaban con mimo para el consumo local y las bodegas familiares. Desde la época romana hasta el medievo, cuando los monasterios daban impulso a la producción, este territorio fue un referente vinícola.

Pasear por Arlanza es encontrarse con paisajes de película: oteros, cantiles de roca caliza donde los buitres leonados se dan cita, y un románico que quita el hipo. Todo ello bajo un cielo que parece querer contar la historia de una viticultura que tuvo su esplendor, con viñedos plantados a casi 1.000 metros de altitud y una uva reina: el tempranillo o tinta del país.

Pero como todo buen drama, la historia del vino en Arlanza también tuvo sus giros trágicos. Primero llegó la filoxera, esa plaga que arrasó con todo; después, el éxodo rural de los años 50, que vació la comarca de manos trabajadoras. Por último, la decisión de cambiar viñas por cereal terminó de enterrar un pasado glorioso. Solo unas pocas cepas viejas y robustas lograron sobrevivir, aunque a duras penas.

 

El cambio empieza en 1995

Como en las mejores historias de redención, un grupo de visionarios decidió que era hora de devolverle a Arlanza su lugar en el mapa vinícola. En 1995, viticultores y bodegueros se unieron para rescatar las viñas abandonadas y convertirlas en cuna de grandes vinos.

Hoy, Arlanza cuenta con un puñado de bodegas que elaboran tintos capaces de plantar cara a los grandes, aunque el camino no ha sido fácil. Y es que, vivir tan cerca de la todopoderosa Ribera del Duero genera ciertos complejos de inferioridad.

La clave está en ser auténticos

¿La solución? Arlanza no debe competir con Ribera, sino apostar por su propia personalidad. Su secreto está en sus vinos frescos, elegantes y llenos de carácter, en las variedades autóctonas que esperan ser rescatadas y en un terroir que combina suelos únicos y un clima de extremos que desafía a las cepas a dar lo mejor de sí.

Mientras las bodegas locales trabajan en consolidar esta identidad, nosotros podemos disfrutar de vinos que ya apuntan maneras. Algunos tintos de Arlanza se han ganado un lugar en la mesa de los paladares más exigentes, demostrando que esta región tiene mucho que ofrecer.

Más que enoturismo

La Ruta del Vino Arlanza no se queda en los vinos. Aquí, el enoturismo es una experiencia integral que va más allá de las bodegas. Caminatas por la naturaleza, rutas ornitológicas y eventos enológicos se suman para ofrecer una inmersión completa en la cultura de la región.

Además, las visitas a las bodegas no son simples recorridos; son clases magistrales sobre tradición, innovación y amor por el vino. Es imposible no contagiarse del entusiasmo de quienes dedican su vida a esta labor.

Baltanás, el barrio subterráneo que inspiró a Gaudí

 

En el corazón del Cerrato Palentino, entre colinas suaves y campos infinitos, se encuentra Baltanás, un lugar donde las bodegas no solo guardan vino, sino también siglos de historia y tradición. Si eres amante del enoturismo o simplemente te encanta descubrir rincones únicos, el Barrio de Bodegas de Baltanás es un destino que merece estar en tu lista.

Desde la iglesia de San Millán, ascendimos al cerro del Castillo, donde se extiende un impresionante conjunto de 374 bodegas, Allí, la alcaldesa M.ª José de la Fuente nos guió por un lugar que combina la magia de la historia con el ingenio arquitectónico: el barrio de bodegas subterráneas más grande de España.

 

Un barrio que es un tesoro bajo tierra

Imagínate 374 bodegas subterráneas distribuidas en seis niveles de excavación, todas ubicadas en un pequeño cerro que parece salido de un cuento. Estas joyas arquitectónicas, declaradas Bien de Interés Cultural en 2015, tienen un origen que se pierde en el tiempo, aunque el primer documento que las menciona data de 1543.

¿Por qué son tan especiales? Por su buen estado de conservación, por ser testigos del sistema tradicional de elaboración de vino, y porque su construcción fue un esfuerzo colectivo que refleja la vida y el ingenio de nuestros antepasados. Este barrio no solo es paisaje, es legado.

Baltanás tuvo su momento dorado en el siglo XIX, cuando el viñedo era el rey del Cerrato. En 1880, se producían unos impresionantes 6.400 hectolitros de vino al año, convirtiendo a esta actividad en uno de los motores económicos de la localidad.

Pero, como en toda buena historia, hubo desafíos. A principios del siglo XX, la filoxera, esa enemiga de las viñas, acabó con gran parte de los cultivos. Y, a mediados de los años 60, la mecanización y la concentración parcelaria hicieron que el viñedo prácticamente desapareciera.

Sin embargo, las bodegas resistieron. Estas pequeñas cuevas, con sus chimeneas de ventilación o “zarceras”, han configurado un paisaje único. De hecho, hay quien dice que esas zarceras inspiraron a Gaudí para diseñar las icónicas chimeneas de la Casa Milà, “La Pedrera”, en Barcelona.

Lo maravilloso de Baltanás es que sus bodegas no son solo reliquias del pasado. Siguen vivas, en uso, y abiertas al visitante curioso. Los vecinos continúan elaborando y conservando vino en su interior, manteniendo viva la tradición vinícola de Castilla y León.

Baltanás, el lugar donde el tiempo sabe a vino

Caminar por el Barrio de Bodegas de Baltanás es como viajar en el tiempo, pero con el presente latiendo en cada rincón. Es un recordatorio de que el pasado sigue vivo, y el futuro se construye respetando las raíces.

Así que, si buscas un destino que combine historia, paisajes y buen vino, Baltanás te espera con los brazos abiertos. Larga vida a las bodegas. ¡Larga vida a Baltanás!

Video cedido por Gstrolopia

 

La Zarcera, cuando el pasado se convierte

en un festín moderno

 

Después de recorrer los rincones más fascinantes del Cerrato, llegó el momento de reponer energías. La parada perfecta fue La Zarcera, un lugar donde la tradición vitivinícola y la modernidad se dan la mano en un abrazo gastronómico que nos transporta a lo mejor de Castilla y León.

La Zarcera es un espacio cultural y gastronómico que es el alma de esta comunidad. En 2022, fue reconocido como el Mejor Establecimiento Enoturístico por ACEVIN, Rutas del Vino de España, por su labor en preservar y celebrar esta arquitectura centenaria.

Una bodega con nueva vida

Lo que antaño fue una bodega subterránea, hoy es un referente enoturístico gracias al empeño y la visión de Julia y Patxi. En este espacio, han creado mucho más que un restaurante. Es una taberna, una tienda, un lugar de encuentros culturales y, sobre todo, una ventana abierta al alma del Cerrato.

“La Zarcera” debe su nombre a un detalle histórico curioso: la zarza que se quemaba en la entrada de las bodegas para comprobar que hubiera suficiente oxígeno antes de bajar a los pasadizos. Ahora, este espacio nos recibe con calidez y un menú que promete una experiencia inolvidable.

Un festín de sabores

El almuerzo comenzó con una tosta de pimientos asados con avellanas, un bocado lleno de matices que abrió el apetito para la sopa castellana, reconfortante como un abrazo en un día frío. Continuamos con una delicada ensalada de perdiz escabechada, que dio paso al plato estrella: el lechazo entre-asado, preparado siguiendo una receta ancestral que rescata la paciencia y el amor de las abuelas de la región, marca una diferencia al estar casi caramelizado. Cada plato, cada copa y cada historia compartida en este lugar son un tributo a la tierra y a las manos que la trabajan.

Y para cerrar con broche de oro, unas migas dulces de pastor que hicieron que cada cucharada fuese un homenaje a la tradición local. Todo ello maridado con dos crianzas excepcionales de las Bodegas Carreprado y Finca Negredo, presentados por los propios gerentes, Álvaro Mélida y Jaime Primo, quienes compartieron las historias detrás de cada vino.


Historia en cada rincón

“La Zarcera” no solo ofrece comida y vino; es un portal al pasado y al presente del Cerrato. En el corazón del barrio de bodegas subterráneas de Baltanás, este espacio ha sido clave en la revitalización de la zona, combinando visitas guiadas, catas y eventos culturales que celebran el patrimonio local.

 

Si buscan una experiencia que combine gastronomía, historia y la calidez de lo rural, Baltanás y “La Zarcera” son paradas obligatorias en la Ruta del Vino Arlanza. Aquí, cada bocado y cada sorbo son un viaje a los sabores del pasado y una celebración del futuro del Cerrato.

Torquemada, uva de hielo y un final dulce

para un viaje inolvidable

 

El último capítulo de esta aventura gastronómica y vinícola nos llevó a Torquemada, donde la tradición y la innovación se encuentran en perfecta sintonía. Aquí visitamos los viñedos y la Bodega Valdesneros, una joya de la D.O. Arlanza que combina el legado artesanal con la tecnología moderna para crear vinos de carácter único.

Nos recibió Rubén Montero, el enólogo de la bodega, acompañado de Blanca, su inseparable compañera, ambos con la calidez y el entusiasmo que caracterizan a esta región. A diferencia de las bodegas de Baltanás, las galerías de Valdesneros se excavan en terrenos llanos con suaves pendientes, un detalle que añade singularidad a esta visita.

Caminando entre las barricas, el aroma a roble y uva madura nos envolvió en un ambiente que parecía detener el tiempo. Fue en ese espacio íntimo y cargado de historia donde el pasado y el futuro del vino se unieron para contar su historia.

Amantia, el vino que encapsula la esencia del Cerrato

La jornada culminó con la cata de Amantia, un vino dulce elaborado con uva de hielo de la variedad tempranillo. Cada sorbo de este néctar dorado fue como un abrazo al paladar, un broche de oro que resumió a la perfección la dulzura de este viaje lleno de descubrimientos y emociones. También recuerdo el excelente queso que catamos y se quedó grabado en mi memoria. No recuerdo el nombre, pero era de unos productores de la zona.

El encanto del Cerrato Palentino no se limita a sus bodegas. Sus rutas naturales, su patrimonio arquitectónico y su exquisita cocina hacen de esta región un destino completo. En Torquemada, por ejemplo, se combina la majestuosidad de sus viñedos con una oferta ecoturística que abarca desde paseos por el campo hasta rutas ornitológicas.

Y si buscas llevarte un pedacito del Cerrato a casa, no puedes perderte la tienda de La Zarcera, donde encontrarás quesos, embutidos y, por supuesto, vinos que capturan la esencia de esta tierra.

Una despedida con sabor a historia

Mientras la tarde caía y el cielo se teñía de un naranja cálido, me despedí de esta tierra que ha sabido preservarse con orgullo. El Cerrato Palentino es mucho más que una comarca. Es un recordatorio vivo de que la tradición y la modernidad no solo pueden coexistir, sino también complementarse.

Vuelvo con el alma llena de paisajes que narran historias, sabores que reconcilian el pasado y el presente, y la gratitud hacia quienes preservan este patrimonio invaluable. Este rincón de Castilla y León no solo se visita, se vive. Me marcho con la certeza de que las mejores historias se escriben con una copa de vino en la mano y los pies firmemente plantados en la tierra que las inspira.

Regresé de este viaje con una maleta llena de notas de cata y, más importante aún, con el corazón lleno de gratitud por haber sido testigo de una experiencia tan auténtica. Si buscas un lugar donde los sabores te transporten al pasado y donde cada paso sea un descubrimiento, el Cerrato Palentino te espera con los brazos abiertos.

¡Salud! Y hasta la próxima copa.

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